De una humilde
y blanca casa,
Dulce madre, de ojos tristes,
De vestimenta enlutada,
Mucho trabajo y sin comodidades,
Las penas tu cara surcaban,
Pero tu amor, todo
lo iluminaba.
Aunque tu vestido era negro,
Que luz más clara emanabas,
Hogar de pobres,
Pero nunca me falto nada,
Era tanto el cariño.
Que solo con el me arropaba,
Dulces recuerdos guarda mi alma.
Llego el otoño a mi vida,
Ya se cegó aquella luz,
Y los destellos que me alumbraban,
No me quede ciega… no,
Solo quedan
hermosos recuerdos,
De aquel resplandor que emanabas,
Mi corazón se agita, al recordarlos.
Que lejos esta ya todo mamá,
Que cómoda y bella es ahora mi casa,
Pero no estas mamá, ahora…
Mi vida no carece de nada.
Pero me faltas tu mamá.
Tú, y aquellas
dulces sonrisas,
Tu cariño, tus caricias, tus besos,
Me falta tu luz… Me faltas tu mamá
No quede ciega, pero no veo…
Aquella luz que me guiaba.
Escrito con una sensibilidad y el cariño de la persona que añora y que aún, después del tiempo, ama y desea su presencia.
ResponderEliminarSensacional, maravilloso.